Las armas de fuego
son dispositivos de autodefensa que únicamente deben ser utilizados por
personas autorizadas y con fines netamente de seguridad y no de violencia.
Un arma es tan sólo
un elemento mecánico que debe ser utilizado con la seriedad y los conocimientos
mínimos en los aspectos de manejo y seguridad, para hacer de ella un sistema
operativo (hombre/arma) que no genere la posibilidad de un accidente humano.
En este sentido, la
tenencia de estos instrumentos debe responder a una actitud muy seria, madura,
responsable y metódica. Lo primero que se debe saber es que el uso de las armas
de fuego debe ser el último elemento defensivo o disuasorio, teniendo en cuenta
las graves consecuencias que produce cuando una munición impacta en alguna
persona. Todo ello unido a la controversia que produce en la sociedad su
utilización, así como el correspondiente proceso penal que se inicia
cuando se produce un resultado lesivo o la muerte de alguna persona de manera
accidental o intencional.
En consecuencia, adquirir
este tipo de dispositivos requiere de diversas pruebas y justificativos para
obtener un permiso o licencia de porte que autorice su tenencia; lo correcto es
que el derecho de usar armas en un ciudadano común lleve implícita la
obligación de que el Estado haga los exámenes psicológicos y de conducta
necesarios, a fin de que los aspirantes a portadores comprueben que no
constituyen un riesgo latente para la sociedad, y no que cualquiera porte un
elemento peligroso y lo utilice para delinquir o irrespetar a otra persona
ciudadano.
Cabe resaltar, que
las armas de fuego son mucho más un peligro que una protección, ya que aumentan
el riesgo de muertos y heridos; es así como generan una falsa sensación de
seguridad. Incluso los policías, que son entrenados para manejar armas, tienen
riesgo de ser víctimas de las mismas en diversos casos por su mala
manipulación.